Ligada a la historia del Rey Arturo, está la figura de otro personaje tan enigmático como fascinante, y del cual a nuestro imaginario colectivo han llegado muchas de sus leyendas. Pero existió en realidad el mago Merlín, o es una leyenda medieval, al igual que sucede con Arturo.Es el brujo por antonomasia y el señor de los acertijos, hasta el punto de que pronunciar su nombre se ha tornado un sinónimo de misterio, pero también de aventura, propiciado en gran medida por los ciclos artúricos, en los que su figura se torna clave. Durante todo el Medievo, se creyó en la existencia histórica de su figura, apoyandose en los numerosos relatos recojidos por los folcloristas. Hoy en día, en pleno siglo XXI, aún la cuestión no se ha aclarado; si bien los historiadores apuntan a que es un personaje literaro inventado, que quizás se inspirara en uno real, nacido a mediados del siglo V o en el VI de nuestra era. Como vemos, las semejanzas con Arturo son destacables.
El primer texto en el que se menciona a Merlín es la Historia de los reyes de Britania de Geofrey de Monmouth.
Se publicó en 1138 y enseguida se convirtió en una de las obras más influyentes de la Edad Media. Su autor, un clérigo de origen galés, fue nombrado obispo en Londres y destacó como un apasionado defensor de las tradiciones celtas. De hecho, su tierra pasaba por ser el último reducto en toda Inglaterra que mantenía las leyendas y la forma de vida de esa cultura ancestral tras la invasión anglosajona. Su mente albergó la idea de escribir una historia de los reyes celtas más sobresalientes con el fin de evitar que aquella época gloriosa cayera en el olvido.
De entre ellos destacaba poderosamente la figura de Arturo. Al iniciar su proyecto, Geoffrey de Monmouth descubrió que apenas existían fuentes escritas de las que extraer documentación, por lo que recurrió a su inventiva y creó un relato que se desarrollaba durante varios siglos y en el que se mezclaban episodios y personajes reales con otros claramente ficticios. Uno de los libros que cayó en sus manos fue La profecía de Britania, obra del año 930 en la que se reunían diversos vaticinios que presagiaban la caída de los anglosajones y el resurgimiento de los celtas británicos. Uno de aquellos presagios se atribuía a un tal Myrddin, hombre que había gozado de una gran reputación siglos atrás y que era autor de otras profecías, en su mayor parte oscuras. Cautivado por esta figura, Geoffrey de Monmouth decidió incorporar el personaje de Myrddin a su Historia de los reyes de Britania bajo el nombre de Merlín y lo enlazó con el relato del rey Arturo. Así nació la leyenda, que, como hemos visto, se basa en un personaje real. En la historia de Arturo y sus célebres caballeros, Merlín ocupa una posición primordial: es quien propicia el nacimiento de Arturo ayudando a su padre, Úter Pendragón, a conquistar mediante hechizos a su enamorada, además de quien cuida del joven rey, quien le asesora y quien le ayuda a vencer a sus enemigos.
Tan grande fue el éxito de la obra de Geoffrey de Monmouth que se realizaron cientos de copias manuscritas para distribuirlas por toda Europa. Después, los nombres de Arturo y de Merlín serían recogidos por otros autores aumentando su leyenda. El más importante de aquellos libros posteriores: La muerte de Arturo, escrito en el siglo XV por Sir Thomas Malory. Evidentemente es el primer personaje el que obsesiona a Geoffrey. El primer libro que se conserva del autor es el Prophetiae Merlini, una "recopilación" de profecías de Myrddin Wyllt. Después lo introdujo en la Historia Regum y escribió un tercer libro, Vita Merlini, que era (a ver si alguien lo ha adivinado) una "biografía" del profeta.Merlín era el hijo de un demonio íncubo y una mujer casta que hereda los poderes de su padre pero que por intervención divina debido a la bondad de su madre salva su alma y consigue el don de la prescencia, que solo Dios puede dar. Sin embargo, en la Historia, una vez que Merlín ha orquestado el nacimiento de Arturo desaparece del texto. Nunca aparece como mentor de Arturo ni como su consejero.
Se considera a Merlin capaz de hablar con los animales, de cambiar de forma, de hacerse invisible, y también de controlar el clima y los elementos, aunque estas habilidades las empleaba con sumo cuidado para no enfurecer a la Naturaleza, la diosa más poderosa. En la novela medieval Lanzarote y Ginebra se contaba de él lo siguiente: "Conocía la esencia de todas las cosas, su transformación y su renovación, conocía el secreto del Sol y de la Luna, las leyes que rigen el curso de las estrellas en el firmamento; las imágenes mágicas de las nubes y el aire; los misterios del mar. Conocía los demonios que envían sueños bajo la Luna. Comprendía el grito áspero de la corneja, el volar cantarín de los cisnes, la resurrección del fénix. Podía interpretar el vuelo de los cuervos, el rumbo de los peces y las ideas ciegas de los hombres, y predecía todas las cosas que sucedían después."
Acabó sus días en el bosque de Brocelandia( Bretaña), donde fue recluido en un árbol por su compañera Nimue, la Dama del Lago. Markale interpreta el mito de la prisión merlínica en el bosque, como el símbolo de la unión cósmica entre el hombre y la naturaleza. Otras versiones mencionan como la celda en la que fue recluido a una cueva, y otras a una jaula de cristal. Y según se cuenta allí estaría todavía esperando que alguien lo libere.
Durante la Edad Media y algún tiempo después se creyó firmemente que Merlín había sido un personaje real del siglo V, autor de una serie de profecías que circulaban por el continente. Los comentaristas franceses sostenían que estas se habían cumplido con exactitud y los italianos lo elevaron a la altura de profeta bíblico, como Isaías. Hoy no es así, pero la pregunta sigue en pie: ¿quién fue realmente este personaje? La hipótesis más aplaudida sostiene que se trata de un profeta antiquísimo –ya se le menciona como tal en el siglo IX– que actuó bajo un nombre diferente al de Merlín, por supuesto. Para corroborarla basta la existencia real de los vaticinios mencionados. Sus profecías, escritas a finales del siglo V, han sido recopiladas. Ocupan diez páginas escritas en latín y se dividen en dos partes sin transición visible entre ambas. Muchas de ellas describen cómo serán expulsados de la isla los anglosajones, así como la llegada de un libertador,
Al margen de las profecías, también se baraja la posibilidad de que Myrddin fuese en realidad un druida, quizá el más famoso en toda la historia de los antiguos celtas. Basta recordar que Geoffrey de Monmouth era descendiente de los celtas británicos y que muy bien podría haber conocido la verdadera historia de Myrddin a través de la tradición oral. En el mundo celta, los druidas eran magos, jueces, médicos, líderes espirituales… Poseían la capacidad de detener o iniciar guerras y dominaban las propiedades de las plantas. Para convertirse en uno de ellos había que pasar años estudiando dentro de cuevas y bosques, que eran considerados santuarios. Druida podría significar “conocedor del roble”, el árbol al que los celtas conferían una importancia especial. De hecho, existe un lugar en el bosque bretón de Broceliande donde se dice que está enterrado el cuerpo de Merlín en medio de un mar de robles. Otros poderes que se les atribuían eran los de cambiar el tiempo, aparecer bajo forma animal, predecir el futuro y volverse invisibles.
Lo mismo que los ciclos artúricos cuentan que podía hacer Merlín. El final de esta casta sacerdotal llegó con la conquista del mundo celta por las legiones romanas. Escandalizados por la costumbre druídica de sacrificar a seres humanos como ofrenda a sus deidades, los romanos asaltaron en el año 60 la fortaleza de la isla de Mona, mataron a todos los sacerdotes que hallaron y destruyeron sus bosques de roble. Ese fue el inicio de su lenta pero inevitable extinción. Sin embargo, algunos de ellos sobrevivieron y perpetuaron sus creencias, pero ya en la clandestinidad. Y quizá uno de ellos fue Myrddin, que alcanzó una fama inmortal por sus altos conocimientos y por su especial capacidad de liderazgo entre las últimas tribus guerreras celtas.
Enlazándola con este trágico final, otra hipótesis identifica a Merlín como un dios celta cuyo nombre fue siendo modificado con el paso del tiempo. Durante la época en la que el cristianismo se fue imponiendo en su territorio los paganos enclavados en Britania e Irlanda no fueron perseguidos de la misma forma que sus equivalentes del continente. Esto propició que los dioses y las diosas de la antigua mitología celta sobrevivieran a través de la poesía y de los relatos populares disfrazados bajo la forma de reyes, santos o encantadores… y también de profetas. ¿Podría ser este el origen de Merlín? Además, se sabe que los celtas británicos tenían un dios primordial, semejante al Apolo griego. Su dominio era la isla entera, aunque estaba especialmente ligado a la ciudad de Moridunum, fundada por los romanos, cuyo nombre pudo dar lugar a Myrddin y, de ahí, a Merlín. También los poderes que se le atribuyen al Merlín literario son los mismos que posee cualquier dios de la antigüedad: transfigurarse en animal, dominar los elementos, vaticinar el futuro… Por si esto fuera poco, el nacimiento de Merlín narrado en la Historia de los reyes de Britania corre parejo al de otros grandes dioses, como el propio Cristo. Su madre es descendiente de un linaje real, no nació como consecuencia una unión sexual humana y desde muy pequeño destacó por su inteligencia y sus sabias respuestas, impropias de alguien de su edad. La única salvedad es que a Merlín se le conocía como… ¡el hijo del Diablo! Pero incluso este hecho puede ser fácilmente interpretado desde la óptica de la religión celta, plagada de dioses sanguinarios que exigían tributos humanos y con días dedicados al encuentro con las almas de los difuntos, como la conocida festividad de Samain, celebrada el 1 de noviembre, que más tarde se convertiría en la popular noche de Halloween o en la fiesta de Todos los Santos para los cristianos. En este sentido, esos mismos cristianos podrían haber visto en los dioses celtas a verdaderos demonios, con lo que la correspondencia Merlín-hijo del Diablo estaría más que justificada.
La última hipótesis sobre su verdadero origen lo describe como un bardo, otra figura propia del mundo celta. La tradición popular vuelve a hablar de un tal Myrddin o Lailoken, bardo al que se tenía gran respeto. Aunque no se conserva ningún poema atribuido a él, entre los galeses de la época de Geoffrey de Monmouth circulaban versos que supuestamente había pronunciado esta persona, lamentos nostálgicos de carácter semipolítico que más tarde fueron incluidos en la obra La profecía de Britania, que leyó el propio Monmouth.
La leyenda medieval de Merlin sobre Stonehedge
En la llanura de Salisbury se levanta uno de los monumentos megalíticos más importantes del mundo: Stonehenge. Los arqueólogos cifran su construcción entre los años 3500 y 1100 a.C. debido a que el complejo se erigió en tres fases. Sin embargo, una antigua leyenda celta relata cómo fue el mismísimo Merlín quien robó esas piedras a los irlandeses para transportarlas por el aire hasta su emplazamiento actual. Todo porque el mago afirmaba que quien se bañara a los pies de laconstrucción “quedaría sanado de todo mal”. Lo más importante es que los datos históricos confirman que este bardo sirvió como consejero a las órdenes del rey
Gwenddolau hasta su muerte en el 574. Entonces Lailoken se sumergió en la locura y se retiró a los bosques de Celidon, donde se dedicó a hacer profecías. Parece ser que Monmouth recogió este final para atribuírselo a Merlín reinterpretado de forma mucho más poética: muerto Arturo en la batalla de Calman, Merlín se retira al bosque a meditar mientras el rey es enterrado. Allí se enamora de una de las damiselas del lago, Nimue. La mujer no responde a su cortejo, pero acepta seguirle para aprender los secretos de su magia. Finalmente, cansada de su insistencia, Nimue le encierra en una prisión mágica dentro de una cueva a través de uno de los hechizos que el propio mago le ha enseñado.