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30 marzo 2014 7 30 /03 /marzo /2014 14:57

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, un alquimista alemán sin mucho éxito en los negocios llamado Henning Brandt, empeñado como buen alquimista en buscar la piedra filosofal que transformara el plomo en oro, pensó que podía conseguirlo a partir de la orina humana - sería por el color o por las dos primeras letras ¡!-.
Reunió 50 cubos del “líquido elemento” y los tuvo varios meses en el sótano de su casa. Mediante diversos procesos misteriosos (tamizar, calentar, diluir,…) convirtió esa orina en una pasta tóxica y luego en una sustancia cérea y translúcida.
Nada de eso produjo oro, claro está, pero un día sucedió un hecho extraño que, a la postre, resultaría crucial. Desanimado y rendido por los continuos fracasos, apagó la luz que iluminaba el sótano y ya se disponía a subir a la casa cuando una luminiscencia verdosa iluminó la estancia. ¡Una nueva sustancia brillaba en la oscuridad!


Sin perder tiempo, la sacó del recipiente y al exponerla al aire, rompió a arder espontáneamente, al tiempo que Grandt gritaba de contento su particular eureka ante su brillante descubrimiento que pronto recibió el nombre de fósforo – “portador de luz”, en griego –. Desde entonces, las sustancias que brillan en la oscuridad sin arder, se les llama fosforescentes.
 

Las posibilidades comerciales de la nueva sustancia no pasaron desapercibidas a los negociantes codiciosos, pero las dificultades inherentes a la manufactura del fósforo por el método de Brandt lo hacían más caro que el oro y esto, aunque se intentó rentabilizar utilizando la orina de los soldados, resultaba demasiado para su explotación comercial.

Esta es, sin duda, una de las más conocidas leyendas de la alquimia prequímica y al mismo tiempo uno de los descubrimientos más notorios de esta práctica paracientífica. ¿Qué verosimilitud le concedes? Espero vuestros "fosforescentes" comentarios, para establecer entre todos la verosimilidud de esta historia.

 

 

EL CONDE ALQUIMISTA: SAINT-GERMAIN

CONDEDESAINTGERMAIN.jpg

El conde de Saint-Germain afirmaba conocer todos los secretos de la alquimia, incluyendo la naturaleza del elixir de la vida. Instaló numerosos laboratorios en diferentes paises de Europa.

 

El misterio que rodea al conde de Saint-Germain se vuelve aún más profundo a causa de la incertidumbre que, incluso hasta hoy, ha rodeado sus orígenes. Una versión afirma que nació en 1710 en San Germano, y que era hijo de un recaudador de impuestos. Eliphas Levi, famoso ocultista del siglo XIX, afirmaba que Saint-Germain había nacido en Lentmeritz (Bohemia) a fines del siglo XVII, y que era hijo bastardo de un noble rosacruciano. La fecha es verosímil, y estos antecedentes explicarían la fuerte inclinación del conde por el misticismo, así como sus formidables talentos... aunque no fueran propiamente «poderes» en el sentido paranormal de la palabra.Se desconocía el origen de su fortuna, su nacionalidad y si tenía esposa e hijos. Era un hombre muy educado, elegante y noble. Hablaba a la perfección frances, ingles, italiano, chino, arabe y sanscrito. También tenía vastos conocimientos sobre política, artes, ciencias, poesía, medicina, química, música y pintura. No permanecía mucho tiempo en un lugar y viajaba constantemente por toda Europa, cuando se cansaba iba al tibet, africa o turquia. Se cuenta, además, que era ambidextro.

También conocía bien todas las ramas de la química; los muchos laboratorios que instaló con dinero prestado en toda Europa estaban, aparentemente, dedicados a la producción de pigmentos y tintes mejores y más brillantes, pero también al estudio del ennoblecimiento de los metales, es decir: a la alquimia.

 

Saint-Germain poseía también reputación de curandero: además de curar al mariscal de Belle-Isle, revivió a una joven amiga de Madame de Pompadour, cuando un envenenamiento causado por setas casi la había matado.

El conde tenía fama de no comer nunca acompañado; se sentaba y bebía agua mineral mientras a su alrededor todos se atracaban, según la moda de la época. Esto sólo puede haber acrecentado su aire misterioso. Giacomo Casanova, por cierto, quedó impresionado:

 
«En vez de comer, habló desde el principio hasta el final de la comida y yo seguí su ejemplo, sólo en un sentido, ya que no comí sino que le escuché con la mayor atención. Puede decirse sin temor a equivocarse, que como conversador no tenía igual».

 

El verdadero misterio que sigue rodeando la leyenda de Saint-Germain es la forma en que obtuvo sus conocimientos especializados. Y, de nuevo, la respuesta es simple: la experiencia. Los seguidores del conde en el siglo XIX insistían en que ya los poseía la primera vez que apareció en la corte francesa, hacia 1740, pero es más probable que los haya adquirido durante su larga vida; después de todo, vivió al menos hasta después de los setenta.Así mismo todo esfuerzo  para investigar la fuente de sus recursos, resultó infructuoso. No utilizaba ni bancos ni banqueros. Sin embargo, se movía en una esfera de crédito ilimitado, que jamás fue puesto en dudas por otros, ni abusado por él mismo.

 

Las primeras menciones históricas sobre Saint Germain se remontan al 1740, cuando se convirtió en un asistente habitual de los eventos más selectos de Viena. El Conde, que entonces tendría unos 30 o 40 años, vestía de modo austero pero llevaba siempre encima una cuantiosa cantidad de diamantes, que utilizaba en vez de dinero.Por la magnificencia de sus joyas, se le juzgaba inmensamente rico, se rumoraba el crédito ilimitado de que gozaba en todos los bancos del mundo, y se cuchicheaba el lujo fastuoso en que vivía. Se aseguraba que ostentaba dos valets de pie y cuatro lacayos uniformados en color tabaco con galones de oro. Se comentaba su gran colección de casacas que cambiaba a menudo, y hacían eco sus botones, yuntas, relojes, sortijas, cadenas; se citaba un ópalo monstruoso y un extraordinario zafiro blanco del tamaño de un huevo, lo mismo que la variedad de sus diamantes, el tamaño, color y perfección de cada uno. Sin embargo, cosa extraña, nadie podía jamás jactarse de haber sido recibido en la casa del Conde. Frecuentaba las  fiestas pero jamás lo vio nadie comer ni beber.

 

El Conde Saint Germain presentaba la invariable compostura, la conducta, el refinamiento y la cultura que caracteriza a los nobles de rango y educación. Todo esto unido a una fascinante conversación, una versatilidad para cambiar de tono y tema, que lo hacían siempre refrescante, inesperado e inagotable. Daba la impresión de haber viajado por el mundo entero y, sobre todo, de haber asistido personalmente a todo cuanto ha existido en nuestro planeta.

 Mercedes-Herrera.jpg

Estando en Austria, parece que Saint Germain fue capaz de sanar contra todo pronóstico al mariscal francés belle isle, que había sido herido de gravedad en Alemania. En agradecimiento, el militar se lo llevó a Paris, donde puso a su disposición un laboratorio muy bien equipado. Fue precisamente en esta ciudad donde empezó a forjarse la leyenda de Saint Germain. Según otras versiones, el Conde Saint Germain aparece en Francia en 1758 procedente de Holanda, Inglaterra y Alemania, países que había estado visitando en misiones políticas.


De este modo, en Chroniques De L'oeil-de-boeuf: Des Petits Appartements De La Cour Et Des Salons De Paris Sous Louis XIV, La Régence,Louis XV, Et Louis XVI, se encuentra escrita una anécdota en la que el Conde afirma ante una anciana condesa haberla conocido cuando era una joven, lo que daba a a entender que el conde tenía más de cien años, cuando sólo aparentaba unos 40. "Yo soy muy viejo", señaló el Conde sonriendo. El "inmortal" Conde de Saint Germain se convirtió de esta forma en toda una leyenda urbana de la época, y empezaron a correr todo tipo de rumores sobre él, entre ellos, que había estado presente incluso en las fiestas de las bodas de Caná. Para muchos su aspecto era de permanente y radiante juventud.


El mundo veía en él un joven y noble señor de modales exquisitos, de gran dignidad, de impecable cortesía. Su porte era militar, delgado y de mediana estatura. Su cuerpo era asombrosamente bien formado. Sus manos delicadas, sus pies pequeños, sus movimientos elegantes, su cabello era oscuro y fino, sus ojos pardos. Una de sus biógrafas, la condesa d´Adhemar, no se cansaba de ponderar “¡Qué ojos! ¡Jamás los he visto iguales!
Todo en él lo revelaba perteneciente a una muy antigua y noble familia. Vestía sobriamente, de corte impecable y de las mejores telas. Siempre llevaba medias de finísima seda.
 

 

A finales de 1745 pudo haber sido arrestado en Londres, acusado de apoyar la causa de los Estuardo. Eso parece desprenderse de una carta oficial en la que se relata el arresto de "un hombre extraño que se hace llamar Conde de Saint Germain; no dice a nadie quién es ni de dónde viene. Admite que éste no es su verdadero nombre. Canta y toca el violín magníficamente; está loco". Tras ser sorprendentemente liberado, volvió a Versalles donde se convirtió en uno de los personajes más próximos a Luis XV y a Madamme Pompaour, con la que se le llegó a relacionar íntimamente. En 1760 el Rey deFrancia le envió a La Haya como representante personal para negociar un prestamo con Austria para ayudar a financiar la guerra contra Inglaterra. Allí, sin embargo, no sólo se enfrentó con su antiguo amigo Casanova, sino que fue acusado por el Duque de Choiseul, ministro de Asuntos Exteriores del Rey Luis, de conspiración contra Francia, lo que precipitó su huida.
Según parece, en Holanda, bajo el nombre de Conde de Surmount, amasó una gran fortuna vendiendo ungüentos, pócimas y preparados para combatir cualquier mal, incluso la muerte. Pero aunque las acusaciones de timador y conspirador le perseguirían allá donde fuera -se rumoreó incluso que precipitó las cosas para que el ejército ruso colocara en el trono a Catalina la grande-, su natural disposición para la diplomacia le granjeó numerosos aliados en toda Europa.

      En 1777, el conde Alvensleben, embajador de Prusia en la corte de Dresde, y hombre que conocía bien a Saint-Germain, escribió:


«Es un hombre muy dotado, con una mente muy despierta pero totalmente carente de juicio, y se ha ganado su singular reputación por medio de las adulaciones más viles de que es capaz un hombre y por medio de su notable elocuencia, especialmente si uno se deja arrebatar por el entusiasmo con que se expresa. Una vanidad poco común es el resorte que domina todos sus mecanismos».

 

Muchas de las historias acerca de Saint-Germain que dieron lugar a estas actitudes escépticas no provienen del conde sino, como revelaron las investigaciones de Gustav Berthold Volz en los años 20, de la boca de un impostor llamado Gauve. Gauve estaba al servicio del peor enemigo de Saint-Germain, el duque de Choiseul, quien, a causa de los celos que le inspiraba el conde, no se detenía ante nada con tal de desacreditarlo. Su estratagema consistía en que Gauve, que se parecía muchísimo al conde, solía presentarse en sociedad exagerando las debilidades conocidas del conde.Aunque jamás hizo alarde de sus poderes ocultos, el Conde actuaba expontáneamente como un Mago Blanco, un Cabalista, un Hermetista, un Alquimista, un Iluminista, un Templario, un Gnóstico, un Francmason y un Rosacruz.

 

Era clarividente, claroaudiente, viajaba astralmente, etéricamente, cósmicamente. A veces no se le veía en tres días. Entraba en un trance profundo sin despertar. Esto podía ocurrirle en casa ajena o en la suya propia. El historiador vienés, Franz Graeffer relata que un día, en medio de una conversación con el Conde, de pronto lo vio ponerse serio, rígido como una estatua, sus ojos usualmente tan expresivos, se hicieron incoloros y sin vida. Al rato se reanimó, su puso de pie y haciendo un gesto de despedida con la mano exclamó en alemán “Ich cheide” (me voy), “me verán una vez más, mañana. Se me necesita en Constantinopla, luego en Inglaterra. Por ahora tengo que ir a preparar dos inventos que verán en el próximo siglo. Un barco y un tren”.

Tenía el hábito desconcertante de entrar en la cámara del Rey sin recurrir a las puertas. Simplemente aparecía y desaparecía sin disimular su facultad.Por algo dijo Voltaire en una carta a Federico El Grande: “El Conde Saint Germain es el hombre que nunca muere y que todo lo sabe”.

 

Según documentos encontrados, el Conde de Saint Germain murió en 1784 en el castillo de Eckenforde, propiedad de su último mecenas, el príncipe Carlos de Hesse-Cassel, quien erigió un monumento en su honor con la leyenda: “Aquel que se hacía llamar Conde de Saint Germain, y del que no hay otras informaciones, ha sido enterrado en esta iglesia”. A pesar de esto se dijo que en 1789 fue visto en Francia. Algunos dicen el Conde fue un “iluminado”, que adquirió la vida eterna, o la extensión de de la vida mediante el conocimiento y la sabirduría. Para otros, Saint Germain es uno de los padres de la alquimia, la ciencia, ciencia que busca entre otras cosas, el elixir de la vida y la habilidad de convertir cualquier metal en oro.Se cuenta que en una ocasión el Conde tomó una moneda de 12 centavos, la expuso a una llama y cuando se enfrió se la dio a Casanova, éste constató que era de oro puro y expresó su duda al Conde diciendo que él la había cambiado. El Conde contestó: "El que duda de mis conocimientos no merece hablar conmigo" y le mostró la puerta.
Se dice que Saint Germain pronunció un día estas palabras:

“Desapareceré de Europa para ir a la región del Himalaya. Allí descansaré. Tengo que descansar. Dentro de ochenta y cinco años se me volverá a ver”.

 

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Publicado por leyendas medievales

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