Hoy os traemos leyendas de lugares mitologicos. Un tema que esperemos que os guste y que aún no habiamos tratado hata fecha de hoy. Historias de islas en el Océano Atlántico, legendarias y de otro tipo, han sido registradas desde la antigüedad clásica. Los cuentos utópicos de las Islas Afortunadas (o Islas de los Benditos) fueron cantados por poetas como Homero y Horacio. Ya el mítico Platón articuló la leyenda distópica de la Atlántida. Otros escritores antiguos como Plutarco, Estrabón y, más explícitamente, Plinio el Viejo y Tolomeo, dieron testimonio de la existencia de las Islas Canarias. Los nombres de algunas islas reales resurgieron como islas míticas distintas con leyendas asociadas, por ejemplo, capraria (la isla de las cabras) y canaria (la isla de los perros) se encuentran a menudo en mapas separados de las Islas Canarias (por ejemplo, hermanos Pizzigani, 1367).
En la Edad Media surgieron versiones cristianas de estos cuentos. Entre ellos destacan el Inmrama irlandés, como el inmram de Uí Corra, o los viajes por mar de los misioneros irlandeses del siglo VI San Brendan y San Malo. Estas son la fuente de varias relatos y leyendas sobre islas legendarias del Atlántico, como la Isla de San Brendan y la Isla de la Ima. Las sagas de los marinos nórdicos en Groenlandia y Vinlandia, en particular la saga de Grœnlendinga y la saga de Erik el Rojo, también han sido influyentes.
Los pueblos de la Península Ibérica, que eran los más cercanos a las verdaderas islas atlánticas de Canarias, Madeira y Azores, y cuyos marineros y pescadores pudieron incluso haber visitado, articularon sus propias historias. Los árabes andaluces medievales relatan historias de encuentros con islas atlánticas en la leyenda (contada por al-Masudi) del navegante cordobés del siglo IX Khashkhash y en la historia (contada por al-Idrisi) del siglo XII de los ocho Maghurines de Lisboa.
LA MÍTICA ISLA DE ANTILLIA
Antillia (también conocida como Isla de las Siete Ciudades) es una mítica isla que habría existido en algún lugar del Atlántico
De la Iberia cristiana surgió la leyenda de Antillas. Según la leyenda, en el año 714, durante la conquista musulmana de Hispania, siete obispos cristianos de la Hispania visigoda, encabezados por el obispo de Oporto, se embarcaron con sus feligreses en barcos y zarparon hacia el Océano Atlántico para escapar de los conquistadores árabes. Se toparon con una isla y decidieron instalarse allí, quemando sus barcos para cortar permanentemente su vínculo con su antigua patria, ahora dominada por los musulmanes. Los obispos erigieron siete asentamientos (las "Siete Ciudades") en la isla. En una libro de Grazioso Benincasa, las siete ciudades se llaman Aira, Antuab, Ansalli, Ansesseli, Ansodi, Ansolli y Con.
La leyenda, relatada, en varios lugares afirma que en el año 734 después del nacimiento de Cristo, cuando toda España fue invadida por la conquista musulmana, esta isla de Antillia, llamada también la Isla de las Siete Ciudades, fue poblada por el arzobispo de Oporto junto con otros seis obispos, y algunos compañeros, hombres y mujeres, que huyeron de España con su ganado y sus propiedades. En el año 1414 un barco español se acercó muy cerca de esta isla.
La leyenda también se encuentra inscrita en el mapa de Johannes Ruysch, quien afirmaba:
Esta isla Antilia fue una vez encontrada por los portugueses, pero ahora cuando se busca, no se puede encontrar. La gente que se encuentra aquí habla el idioma hispano, y se cree que han huido aquí ante la invasión bárbara de Hispania, en la época del Rey Roderic, el último en gobernar Hispania en la era de los godos. Aquí hay un arzobispo y otros seis obispos, cada uno de los cuales tiene su propia ciudad; y por eso se la llama la isla de las siete ciudades. La gente vive aquí de la manera más cristiana, repleta de todas las riquezas de este siglo.
La inscripción de Ruysch se reproduce casi literalmente en el Libro del historiador español Pedro de Medina (1548) Medina da las dimensiones de la isla como 87 leguas de largo y 28 de ancho, con "muchos buenos puertos y ríos", y dice que está situada en la latitud del Estrecho de Gibraltar, que los marineros la han visto desde lejos, pero que desaparece cuando se acercan a ella.
Otra variante del relato es la de Manuel de Faria e Sousa (1628), de Sacaru, gobernador visigodo de Mérida. Quien asediado por los ejércitos musulmanes y encontrando su situación desesperada, Sacaru negoció la capitulación, y procedió, con todos los que deseaban seguirlo, a embarcarse en una flota de exiliados en las Islas Canarias. Faria e Sousa señala que puede que no hayan llegado a su destino, sino que hayan acabado en una isla del Océano Atlántico "poblada por portugueses, que tiene siete ciudades... que algunos imaginan que es la que se puede ver desde Madeira, pero que cuando quieren llegar a ella, desaparece".
La isla es mencionada también en una carta real del rey Afonso V de Portugal (fechada el 10 de noviembre de 1475), en la que concede al caballero Fernão Teles "las Siete Ciudades y cualquier otra isla poblada" que pueda encontrar en el Océano Atlántico occidental, y se menciona de nuevo en una carta real (fechada el 24 de julio de 1486), emitida por el rey Juan II de Portugal a petición de Fernão Dulmo, autorizándole a buscar y "descubrir la isla de las Siete Ciudades".
Ya en la década de 1490, los rumores afirmaban que se podía encontrar plata en las arenas de la isla. En el siglo XVI, la leyenda dio origen a las leyendas españolas independientes de las Siete Ciudades de Oro, reputadas por los conquistadores mercenarios como fabulosamente ricas y ubicadas en algún lugar del continente americano.
Los reflejos del oro ejercieron su habitual poder y sedujeron a los Conquistadores para viajar hasta el norte de México a través de la ruta yerma de la Jornada del Muerto, que se extiende a unos 160 kilómetros desde México hasta la región norte de Nuevo México a través del desierto y un extenso y antiguo terreno de lava. La ruta está flanqueada por el este por las montañas Oscura y San Andreas y por el oeste por la cordillera de Fray Cristobal y las montañas Caballo. Lejos de encontrar las Siete Ciudades de Cíbola, dieron con los pueblos de los apacibles agricultores de Pueblo, y en vez de ciudades de oro, se encontraron con la bella arquitectura de adobe de la región.