22 julio 2013
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De las varias cruzadas que se realizaron, hay una que siempre me ha atraído por su halo de leyenda y la duda histórica de si realmente sucedió: La "cruzada de los niños". Ha servido de base para el argumento de numerosas novelas y leyendas para niños. Como el cuento del flautista de Hamelín, inspirado en estos hechos.
La existencia real de esta cruzada ha sido y es objeto de polémica entre los historiadores, llegando algunos de ellos incluso a cuestionar que llegase a existir. La versión más ampliamente aceptada sostiene que hay un cierto trasfondo histórico pero fueron los cronistas posteriores los que magnificaron los acontecimientos reales sucedidos.
En resumidas cuentas muchos historiadores creen que la historia que os voy a narrar, jamás existió y que no es más que una leyenda para niños.
Corría el año 1212. Jerusalén seguía en manos musulmanas y acababa de "fracasar" la Cuarta Cruzada. (Lo pongo entre comillas porque ésta sería otra larga historia, pero para resumir lo que sucedió diré que los cruzados cambiaron los planes sobre la marcha y decidieron tomar Constantinopla en lugar de Tierra Santa).
El espíritu de las cruzadas decaía por toda Europa, y es en este momento cuando surge la figura de los niños enviados de Dios. Hay dos leyendas paralelas, una que se sitúa en Francia y otra en Alemania. La historia es similar, el destino final el mismo, y sólo cambia el nombre de sus personajes, Estebán el francés y Nicolás el alemán. Ambos son pastores, analfabetos, que de forma repentina sienten la llamada divina que les lleva a peregrinar de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo para crear un gran ejército infantil.
El razonamiento es que, cuando un ejército de miles de niños llegue a las puertas de Jerusalén, los sarracenos huirán despavoridos ante la pureza de su corazón infantil. Ambos pastores predican que, con la ayuda de Dios, sobrellevarán las tribulaciones del camino. Ambos pastores creen que, como ante Moisés, las aguas del mar se separarán para dejar pasar al ejército inocente. Una vez en Jerusalén, serían felices para siempre.
No resulta difícil de creer que miles de niños se unieran a semejante locura, huyendo de la miseria, de las calles atestadas de mendigos y rufianes, del maltrato y el trabajo. Pero lo que resulta más increible es que no eran solamente niños pobres y humildes los que componían el cada vez más nutrido ejército, sino que niños de clases más acomodadas se escapaban de sus hogares para unirse a la "aventura", y que incluso algunos nobles enviaron voluntariamente a sus hijos para que una vez en Jerusalén pudieran optar a altos cargos de gobierno.
Pronto, la gran marea de niños se puso en marcha hacia Tierra Santa, y pronto fue evidente la terrible realidad. Se dice que hasta 13000 niños se unieron en Francia y 20000 en Alemania. Muchas bocas que alimentar en dos "ejércitos" sin organización de ningún tipo, así que los niños no dudaban en robar para alimentarse. Las ciudades por las que pasaban les cerraban las puertas como si fueran apestados y los campesinos enfurecidos les hacían frente para proteger sus cosechas. La cruzada alemana atravesó los Alpes para llegar al mar. Miles de niños murieron de hambre, frío y agotamiento.
Exhaustos, los niños llegaron al puerto soñado, a Marsella los franceses y a Brindisi los alemanes. Como es de esperar, las aguas del mar no se separaron ante el "poder" de los pastores. En el caso de los niños alemanes, el obispo de Brindisi les ordenó volver a sus casas, aunque no les proporcionó ningún tipo de ayuda para hacerlo, los niños se dispersaron y su historia quedó en el olvido. Los niños franceses corrieron peor suerte: mercaderes sin escrúpulos les ofrecieron sus barcos, cinco, para "llevarles a tierra santa": dos de los barcos naufragaron, y los niños de las tres restantes alcanzaron las costas de Alejandría, donde fueron vendidos en el mercado de esclavos.
En 1230 un sacerdote llegó a Francia desde Oriente con una curiosa historia que contar: afirmaba que él era uno de los sacerdotes jóvenes que se habían embarcado con Esteban. Según este sacerdote dos de los siete barcos se hundieron cerca de la isla de San Pietro, al sudoeste de Cerdeña, los otros cinco serían capturado por piratas sarracenos y llevados a Argelia. De los capturados un grupo fue vendido como esclavos en Argel y pasaron el resto de sus días en cautividad, otro segundo grupo fue vendido en Egipto y Bagdad. Parece ser que los más afortunados fueron los que sabían leer y escribir, entre ellos este sacerdote puesto que el gobernador de Egipto que estaba interesado en los idiomas occidentales los utilizó de intérpretes, traductores, profesores y secretarios.
Personalmente yo soy de los que piensa de que si que existió. También estoy con los que piensan que tal denominación es engañosa. En primer lugar porque no eran niños, ya que en esa época, como herencia del Derecho Romano, la mayoría de edad civil y penal se producía a los catorce años. Y en segundo lugar porque no fue una Cruzada, sino una corriente migratoria propiciada por el poder real.
Cuando el Papa Inocencio III tuvo conocimiento de los preparativos de la expedición se opuso radicalmente a ella y amenazó con la excomunión a los monjes, aparentemente visionarios, que la animaban. Pero los ejércitos de Federico II de Alemania y de Felipe II de Francia le hicieron entrar en razón y concedió una bula por la que se autorizaba la nueva Cruzada. Y esa bula existe, por lo que es una prueba de que la cruzada en si existió.
Ahora bien, ¿que fue lo que motivó la bula papal? ¿Qué razones les incitaban a emprender, incluso en contra del parecer papal, la epopeya? Tras la guerra y la peste, multitudes de huérfanos vagaban por los campos galos y germanos, en estado de hambruna y pobreza extremas. Su lógica rebeldía comenzaba a crear problemas de orden y de propiedad. Así que decidieron quitárselos de encima.
Tan simple y llano como eso, estorbaban.
Para saber más:
Peter Berling, “La Cruzada de los Niños”, editorial Grijalbo, 2004.
Publicado por leyendas medievales