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20 julio 2013 6 20 /07 /julio /2013 20:40

Los orígenes de los pueblos son inciertos, como sumidos en la niebla. Pero la ausencia de documentos históricos es paliada generosamente por la leyenda, que satisface con creces las ansias de saber de donde venimos, de conocer nuestra ascendencia, de manera que podamos entender quienes somos y fomentar ingenuamente un orgullo nacional.

 

Y acostumbra a suceder que siempre los ascendentes míticos, los fundadores de linajes y naciones, poseen un carácter heroico, son de una constitución fuerte y altiva y sus gestas tienen un tono épico y ejemplar.

 

Los catalanes desconocemos la procedencia del nombre de Cataluña y su significado, como también el origen de la bandera de las cuatro barras, gloriosa y antigua. Los historiadores intentan responder a nuestras preguntas: El nombre de Cataluña aparece por primera vez entre los siglos XI-XII, aplicado primeramente a unos apellidos: Catalan, Cataluing, Cadalona... después, a la nación: Catalania, Catalunya. Las barras aparecen por primera vez en un sello del conde Ramón Berenguer III, datado en el siglo 1150, el numero de barras, aunque es indeterminado y no se establece hasta el siglo XIII.

llegenda-cuatre-barres.jpg

 

Quizás el mayor interés de esas barras radique en las leyendas relacionadas con ellas. La ubicada con mayor antigüedad las hace enseña del legendario Otger Cataló y sus nueve barones de la fama, míticos fundadores de Cataluña en el siglo VIII. Pero sin duda la más extendida, que cualquier catalán conoce, la relaciona con Wifredo el Velloso (“Jofre el Pelós”), conde de Barcelona en 878-897. Hay que remontarse a esa época, cuando Cataluña era pertenencia del Imperio Carolingio, la defensa de cuyos bordes corría a cargo de unos territorios (marcas), uno de los cuales era la llamada Marca Hispánica, aproximadamente la actual Cataluña.

 

La bonita leyenda establece que, en ocasión de una guerra de los normandos contra el Sacro Imperio, el conde barcelonés peleó con bravura a favor del emperador germánico Luís el Piadoso (+879), de modo que resultó herido.El monarca le visitó en su tienda, preguntándole qué deseaba Wifredo como recompensa por su valor, y éste habría contestado que una enseña para su escudo, que por entonces era dorado, sin dibujo alguno. El emperador franco mojó los cuatro dedos oponibles de su mano en la herida todavía sangrante de Wifredo, y deslizándolos por el escudo, marcó en ellos para siempre “las cuatro barras”.

 

 

Esta leyenda haría el escudo más moderno que la de Otger Cataló, pero, en definitiva, poco importa; ambas son muy románticas, pero fruto de la imaginación, y ninguna ha sido tomada en serio por los historiadores (Zurita, en sus Anales de la Corona de Aragón, ni siquiera la comenta, pese a su credulidad en otros temas milagrosos). Sólo los escritores y poetas románticos le darían la mayor difusión, especialmente en el siglo XIX.

La leyenda de Wifredo ha sido estudiada a fondo a través de la cantidad de comentarios que ha recibido con los años, en los que se ha descubierto, sin lugar a dudas, su autor: el valenciano Pere Anton Beuter, que incorporó a la segunda parte de su Crónica general de España, publicada en Valencia en 1552. Tratando del emperador franco Luis el Piadoso escribe Beuter:

 

En este comedio los normandos entraron por la tierra de Fran­cia, y huvo de hazer guerra el emperador Loís para resistirles, y fue a servirle el conde [Wifredo el Velloso] con los cavalleros barceloneses que con él se hallaron y pelearon con los nor­mandos valerosamente y venciéronlos. En esta batalla (según he hallado escrito en unos quadernos de mano) diz que pidió el conde Jofre valeroso al emperador Loís que le diesse armas que pudiesse traher en el escudo, que llevava dorado sin nin­guna divisa, y el emperador, viendo que havía sido en aquella batalla tan valeroso, que con muchas llagas que recibiera, hiziera maravillas, llegóse a él y mojóse la mano derecha de la sangre que le salía al conde, y passó los quatro dedos ansí en­sangrentados encima del escudo dorado de alto abaxo, ha­ziendo quatro rayas de sangre, y dixo: «Éstas serán vuestras armas, conde». Y de allí tomó las quatro rayas, o bandas de sangre en campo dorado, que son las armas de Cathaluña, que agora dezimos de Aragón.

 

Este origen ha sido comprobado hasta la saciedad por la crítica moderna, y puede considerase hoy como incontrovertible. Lo abonan una serie de hechos colaterales, como que nunca, hasta ese momento, nadie había nombrado la leyenda de Wifredo al hablar de las cuatro barras, aparte del hecho de que el color gules en heráldica es asociado con la sangre, de manera que es fácil la aparición de leyendas ad hoc. Pero, sobre todo, se halla un antecedente directísimo en el libro Nobiliario vero de Hernán Mexía impreso en Sevilla en 1492, en el cual se atribuye el origen de las “tres faxas de gules” de algunos caballeros andaluces, en ocasión de que habiendo resultado herido uno de ellos en tiempos del rey Fernando el Católico, “el rrey, mojada a mano de la sangre, pasóla por el escudo de dicho cavallero e no tiñó salvo con los tres dedos; e desta causa desde entonces traen aquellas tres faxas bermejas en un escudo de oro”. Como vemos, Beuter no se hernió adaptando la leyenda al conde de Barcelona; incluso emplea en ocasiones las mismas palabras.

 

En el siglo XV aparecieron versiones primarias de la leyenda que explicaban la creación de esta señal heráldica en una marcas de sangre hechas sobre un escudo dorado, hasta que finalmente en el siglo XVI fue el mismo Beuter quien advirtió que había encontrado la leyenda de Guifré el Pelós y las barras de sangre en unos supuestos «cuadernos de mano» (cuadernos manuscritos), sin dar más indicaciones. Si bien no puede ser dicho, con absoluta seguridad, que Beuter fuera el creador de la leyenda, parece claro que el recurso de los «cuadernos de mano», o bien remite a una fuente anterior, o bien fue un subterfugio para evitar cualquier crítica posterior.

 

La leyenda valenciana de las cuatro barras de sangre fue un éxito inmediato y fulminante, siendo a partir de entonces copiada por todos los historiadores posteriores dándola como verídica. No fue hasta 1812 cuando el historiador catalán Joan de Sans i de Barutell desacreditó cualquier veracidad de la leyenda valenciana de las cuatro barras señalando las incoherencias históricas que presenta respecto a Guifré el Pelós (c. 840-897), mientras que el heraldista Faustino Menéndez Pidal de Navascués ha demostrado que laheráldica no apareció en Europa hasta finales del segundo cuarto del siglo XII (1125-1150). Aunque en 1812 Joan de Sans i de Barutell desacreditó totalmente la historicidad de la leyenda, no por eso dejó de ser una leyenda famosa, razón por la cual los artistes sintieron la necesidad de reproducirla gráficamente y de englosarla en poemas. La leyenda valenciana de las cuatro barras de sangre apaericad en el siglo XVI no se ha de confundir con la Leyenda medieval de Guifré el Pelós, compilada por los monjes del monasterio de Santa María de Ripoll en el siglo XII.

 

Para saber más:

GUIFRE EL PILOS 

FERRAN SOLDEVILA I ZUBIBURU , PUBLICACIONES DE L ABADIA DE MONSER

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Publicado por leyendas medievales - en Leyendas catalanas

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